LAS CAMAS
Entre el pecho y el pijama
el pequeño teléfono.
No reclama tu atención con sus gritos.
Permanecen mudas sus entrañas
y ahorcadas sus minúsculas tripas.
Tu corazón asfixia al oxígeno
cuando intentas llorar y maldecirme.
II
Lo que escribiste son tus dichos.
Madejas de voces te emboscaron,
conspiraron y siguen
intrigando dentro de tu alma buena.
.
Esperas un ronroneo que llegue de mi voluntad.
Aguardas como quien espera una anormalidad
como quien inspira la musa que no existe
en un pasillo con curvas rectas.
A un lado de la cama, apoyada en la pared
abrazas la almohada y aprietas los labios
hasta quedar dormida y despiertas…
Despiertas con el perfume de mi piel
en cada poro de la tuya
pero no estoy cerca para recrearte.
Despiertas con la toalla del hotel en tu mente
con mis manos en tu piel
el aliento húmedo del teléfono
que tiene la ausencia empañada en tu carne
y te lo debo, porque no estoy allí.
III
Duermes, cuando duermes
en el lado opuesto de mis sábanas,
con los cadáveres de extraños poemas
hecho añicos y otros cenizas,
con mil pijamas sin abotonar,
un rosal sin su regio manantial y sin mí.
Nuestras pieles son lentas
con estar lejanas
y las reservas en las voces,
vecinas
a nuestros confesionarios y catres.
IV
Duermes.
…pero no logras entenderlo.
V
En tu cama
el tormento del rosario sin pronunciar,
en la mía también.
En la mía, al dolor lo arranco a palos.
Confundo mi ser y añoro tus brazos…
Tus piernas no se atribuyen olvido
encadenamiento o subversión
sino que me arden y congelan.
En nuestros lechos vemos
que el precipicio
es el único destino a esta caída.
Pero no estamos cercados por la amnesia
y desearnos casi siempre, nos sirve
para mojar las espaldas y borrarnos.
VI
En mayo y agosto cambiamos el año.
Convertimos los días
en una semana de domingos
y meses en lunes.
Un hasta luego y el ímpetu
han sido el preludio de los besos huérfanos,
el acaboses de los días de guitarras,
la caminata del duende
sin sus esperanzas en los bolsillos
y las mitades envueltas para regalar
de nuestros besos a sueltas;
hicieron cada beso más lejano.
VII
Te amo
y te confié mi corazón.
Dejé alma y cuerpo a tus pies
y lo pisoteaste
como se pisotea la uva para
lograr medio litro de vino amargo.
Sigue el dolor en el orgullo
sin que desnudes el pecho del teléfono.
Seguimos sin acostarnos al derecho
y podría decírtelo al revés.
No te llamo de madrugada
con los luceros truncos o recién pintados.
No lo hago por los besos que me debes
por el desamor que me debes
y por el odio que me debes.
Me debes amor y miedos
lágrimas y maldiciones
un mimo, dos mimos y tres besos más.
Me debes cuatro uñas rasgándome la piel
beber mi sangre y recordar
como alguna vez hice con la tuya.
No te adeudo más que agradecimientos
cuatro duros, cien besos y un cuarto de vino.
No te llamo por tiempo,
por perderlo o ganarlo
no te llamo porque el tiempo pasa
o por no tener lo que me falta
sino porque olvidé el número
VIII
Esa casa tuya tiene vistas a la montaña yo a la mar.
Tu alma con las heridas, las cicatrices y el sufrimiento
posee el derecho a la tarde de sol,
yo a la mañana sin sal y al camino opuesto.
Estás escondida en tu mente y nada aprecias
con tu ojo puesto en el silencio del teléfono.
Me envías tus plagas y me envías tus dichos
y me envías tus gracias y me envías tu amor
y no digo nada porque me sobra voz…
IX
Estoy enamorado de ti y tu rojo.
Sufro si no duermes apapachada en mi corazón
pero sigo maltrecho y con pocas luces.
Te dejo un maquillaje lavado, la cura
de lo despeinado, un momento
y besos gobernados por el deseo.
Te dejo estas palabras brotadas del dolor
de la distancia en el traqueteo del tren
y sonidos que dibujo con la mano.
Te dejo por un minuto
para que la letra te acaricie el alma
para que se huna una mano y otra
para pedir por ti y escribo como hombre
y para que se tatúe en este poema
que te amo
que te quiero
que te deseo…
Jorge Stteger Bongoâ