UN CABELLO (poema)
Dejó caer en mi hombro un cabello castaño
la dama de vestido rojo.
La noche era cálida pero llovían interrogantes
¿De qué color es el amor?
¿Cuántas flechas clavó Cupido?
¿Quién es? ¿De quién heredó esa sonrisa y esas caderas?
¡¡¡Guau, sus senos y cintura!!!
Lo pensé, después se lo dije.
Con recorrido discreto paseó su perfume en mi nariz.
Sembró una mirada en mis deseos menos obscenos
que cosechó horas después con un baile.
Dejó entrever ese deseo que no se ignora
y llegamos al mañana de la mano.
Eres blanca al estilo playa del caribe
aire de montaña en el meridiano y sol en el mundo
que no arde como tu ausencia al mediodía.
Existes mujer. Mujer y hembra. Hembra y señora.
Dama.
Eres dama, blanca, mujer, señora, hembra…
Mi hembra, mi mujer, mi dama, mi señora,
eres la extensión de mis deseos más humanos.
Tu contorno llena el espacio que me gusta ver florido.
Sientas tu ser entero en la esquina norte del sofá
y cruzas las piernas sensualmente.
Levantas la copa que acompañas con cinco
de tus veinte finos dedos. Saboreas intrigantemente
el bombón que derrites entre tu boca y la mía.
Nos besamos despacio, sin prisa y no dejas
que toque más allá del vestido y ardo…
Tampoco dejo que me toques más de tres veces.
Imploras por más. Levanto sin prisa mi cuerpo
y camino entre velitas de terciopelo.
La senda es el camino que nos deja llegar
a las sábanas y el incienso abre paso entre los pasos
de la noche y sus invitados junto al mar.
Llegas
y amanece un lunes cualquiera
cuando no supimos que llegó el invierno
ni se fue el verano.
Jorge Stteger Bongoâ