LUNA (poema)
Ella, mi amada
le deja al sol un recado
frente a la puerta del amor.
En las noches
cuando se cambia el vestido
bonita y difusa
aparece en medio de mis paréntesis.
Resucita el tú y yo
en mi cabeza de calabaza.
Recordarte insistiendo en sufrir
en maldecir cada segundo lejos de ti
me arranca al espíritu de la coraza
y caigo rendido para amanecer incurable.
Te odias por quererme y
denigras a las calzas rotas por el tiempo.
Volteas mis memorias una y otra vez
para terminar de fritarlas
y se hace primavera en tu prado.
Con esa ciudad escabrosa
bajo tus deditos de almíbar,
los pasos lentos que dan tus zapatos
se transforman en marchas
de carrozas con enlutadas llorosas
y amantes dispuestos a saborear sus lagrimas.
Tan lejana te hace una carta de papel y nata
que como la cirrosis me descalabras…
Matas como la borrachera
por la que lincharon a la mar.
Descalzo y sin sal
apenas bambolea sus olas.
Yace en la playa rendido.
Me parezco a él, en tu miel.
Tras el biombo del polvo gemido y transpirado
dentro de la luna, allá en lo alto,
reposas tus curvas mínimas
y silenciando el aliento recuerdas lo escrito.
Deseas que te vuelva a besar despacito
hasta que tu piel se haga a mi voluntad.
Quieres que seque tu fuente y te desnaturalice
que te haga mía y que me quede en ti…
II
Miras y hay vacío.
oyes y hay silencio, palpas y solo hay
una almohada sin nadie.
Hablas y nada te contesta
lloras y no hay quién pruebe tu soledad…
Silencias y esperas.
Amanece el día de antes repetido.
Termina el mes y una foto amarilla
es cuanto tienes del ayer ...
III
Ándame como descanso y culto
como escalera a la intemperie,
como trampolín y sombra al sol.
Recupera el hálito y espérame. No guerrees…
Conmigo no guerrees que te quiero amar…
Me besas decididamente en la lontananza.
Guardas ese beso como un único tesoro.
Te arrulla mi voz cuando duermes
en la misma cama en que hicimos el amor.
IV
¡Qué penosa es la carretera que tan larga y sola
no consigue acercarme para besar tus lados
ni llevar mis dedos a tu piel!
¡Qué dolor le causa el viento!, ¿y qué daño el sol?
¡Qué dolor me causa tu boca!, ¿y qué destino tendrán tus senos?
Este gran éxodo de marcha forzada
reglamenta los pies,
mueve la falda de tu vestido
y frente a los otros
ríes como lo hace un eclipse.
Te beso distante en el día
y cuando creo que cambias tu postura
caigo rendido sobre ti.
Espero que llegues, espero que me desees
espero que despertemos juntos de un único sueño
y con el día dispuesto a llorar, te pierdes
y encuentro después…
Jorge Stteger Bongoâ